Sólo necesitaría
tenerte aquí y las lágrimas me recorren la mejilla recordándome que estás a más
de mil km de mí. Pero de repente escucho tu voz, esa voz que sabría escuchar
aunque me pusieran tapones en las orejas, la reconocería aunque viniera de un
susurro entre millones de personas. Lo haría porque me habla en el corazón, no
sólo me habla sino que hace que te sienta aquí, hace que te pueda ver… pero
vuelvo a bajar la cabeza y de nuevo estalla la tormenta en mis ojos, esta vez
mucho más larga. Tú no te rindes. Nunca lo has hecho. Nunca te has rendido
conmigo y mira que te he dado razones. Siempre has estado. Tú y esa manera tuya
de creer en mí. Tú que eres capaz de hacerme creer que todo es posible, que yo
lo puedo hacer. Tú que si me vieras ahora sufrirías tanto y más que yo, pero no
dejarías que me cayera. Me cogerías la mano tan fuerte que me elevarías haciéndome
ver todo desde otra perspectiva. Y sólo necesito esto, tu empujón, tú “sí
puedes”, tú “siempre estaré orgullosa de ti”. Y de repente vuelve tu voz y yo
la busco, la sigo, la intento atrapar para cogerla y rodearme de ella. Ahora
estoy fuera de mí. Escucho tu voz pero no tus palabras. Sólo tengo ese
sentimiento de que contigo todo es más fácil. Entonces mi cabeza se sube a un
columpio y hace que me caiga en el futuro… Ahora lo veo, ¿qué haré yo sin ti? Y
como si de un arrebato de sentimientos se tratara, lloro y vuelvo a llorar. ¿Se puede querer tanto a una persona? ¿Tanto
como yo te quiero a ti? De nuevo vuelve tu voz, me estás llamando, intentas tranquilizarme.
Todo irá bien, me dices. Se paran mis lágrimas. Miro tu foto. La cojo. La
estrecho junto a mi pecho. Te siento conmigo. Siempre me faltarán palabras para
decirte lo infinito que te quiero y nunca tendré el valor suficiente para saber estar sin ti.
PD: Te quiero mama
Fdo: Adrián Guerrero